Uno de los factores bien conocidos en el desarrollo de la baja autoestima está relacionado con el ambiente de los primeros años de la infancia.
El sujeto suele estar expuesto a excesivos cuidados por parte de la familia, hecho que no le permitirá desarrollar una independencia real como individuo (por ejemplo, la gratificación obtenida será directamente proporcional al grado de satisfacción del grupo familiar; el individuo se esforzará entonces por complacerlo al fin de realizar el menor esfuerzo posible para la supervivencia), acto que en la vida adulta probablemente producirá dependencia no sólo económica, sino también afectiva del grupo familiar, que se extenderá a todo otro aspecto de la vida social del sujeto.
Esta situación generará en la persona una bajísima tolerancia a la frustración (aprender es superar el sentimiento de frustración de los primeros intentos), una personalidad incapaz de resolver los más elementales problemas de la vida social adulta, y una imagen altamente deteriorada de sí misma.
El sujeto suele estar expuesto a excesivos cuidados por parte de la familia, hecho que no le permitirá desarrollar una independencia real como individuo (por ejemplo, la gratificación obtenida será directamente proporcional al grado de satisfacción del grupo familiar; el individuo se esforzará entonces por complacerlo al fin de realizar el menor esfuerzo posible para la supervivencia), acto que en la vida adulta probablemente producirá dependencia no sólo económica, sino también afectiva del grupo familiar, que se extenderá a todo otro aspecto de la vida social del sujeto.
Esta situación generará en la persona una bajísima tolerancia a la frustración (aprender es superar el sentimiento de frustración de los primeros intentos), una personalidad incapaz de resolver los más elementales problemas de la vida social adulta, y una imagen altamente deteriorada de sí misma.
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